lunes, 20 de junio de 2022

Crítica. Top Gun: Maverick. Joseph Kosinski

La historia de Top Gun: Maverick (Id, Joseph Kosinski, 2022) puede asemejarse sin demasiada imaginación a la del propio Tom Cruise. Un hombre que lucha contra viento y marea para mantener una forma de hacer las cosas manual, con trabajo duro y profesionalidad, en contra de una modernidad impersonal que trata de imponerse. En el caso del capitán Pete ‘Maverick’ Mitchell se trata de pilotar aviones, hacer la guerra con pilotos bien entrenados que tomen sus propias decisiones y utilicen su instinto en vuelo, frente a la llegada de drones autopilotados. En el caso del actor, hace tiempo que Cruise dejó de ser simplemente eso para representar un modo concreto de moverse en Hollywood, un método de hacer películas, con dedicación, enfoque en la experiencia cinematográfica y estreno en salas innegociable frente a la prevalencia de las plataformas de VOD. Tanto es así que en la mayoría de proyecciones de la película, han antepuesto un vídeo del propio Cruise agradeciendo al espectador su presencia en la sala y el apoyo a la película, algo muy de otra época. Ambos personajes, el creado para la pantalla y el creado en la vida real, son reflejo claro el uno del otro. 

En esta misma desdibujada línea de identificación entre personaje y actor, la propia trama de la película no es mucho más que una galería para el lucimiento del propio Cruise. El resto de personajes que aparecen e incluso la competición misma que se forma entre los nuevos pilotos para participar en la misión final de la cinta no son sino elementos accesorios que complementan y dan forma desde distintos ángulos al personaje de Maverick. Incluso Rooster (Miles Teller), el hijo de Goose (Anthony Edwards), el radiooperador de Maverick fallecido en la primera película, y en teoría co-protagonista de la cinta, ve justificada su inclusión únicamente como elemento definitorio del propio Maverick. 


Pese a la nigromántica juventud aparentada por Tom Cruise, la película acierta a la hora de tener en cuenta los 35 años transcurridos entre está película y la anterior, Top Gun (Ídolos del aire) (Top Gun, Tony Scott, 1986). Maverick sigue siendo el tipo rebelde y contrario a la autoridad que era en aquella, pero con la madurez y serenidad que dan los años vividos. No ha logrado ascender en la cadena de mando, pero lo que se muestra aquí es un hombre maduro preocupado por sus estudiantes, capaz de enseñar y compartir y lejos del egoísmo inmaduro de la primera película. Sin embargo, es una lástima que la película no persiga esta evolución. Top Gun: Maverick tiene varias vías de servicio que de haber seguido hubieran aportado una dimensión dramática mucho más interesante al personaje protagonista. Existe el comienzo de una reflexión sobre las relaciones sentimentales en la edad adulta en los primeros encuentros entre Maverick y Penny (Jennifer Connelly) y la primera vez que este la acerca a casa en su moto, pero que queda truncada rápidamente la segunda vez que va a su casa con un chiste fácil que corta de raíz toda esta línea de argumento. Lo mismo ocurre con la brevísima reflexión que apunta la película sobre la paternidad, de Jenny con su hija Amelia (Liliana Wray), de Maverick con Rooster. El choque de masculinidades mal entendidas que existía en la película de Scott entre Maverick y Iceman (Val Kilmer) tiene lugar ahora a un nivel paternofilial que podría resultar mucho más interesante de haber sido desarrollado en profundidad. 


A pesar de esto, hay que reconocer a sus creadores una idea clara sobre la película que querían llevar a cabo, y el éxito rotundo que han logrado en su empresa. La cinta está llena de decisiones argumentales acertadas. La elipsis temporal ocurrida entre ambas películas es una de ellas. En todo momento parece que existe una película entre ambas que no hemos visto y en la que se han presentado a los personajes que aquí aparecen. Los jóvenes pilotos llegan a Top Gun: Maverick habiendo ya pasado por la escuela de aviación y con la relación entre ellos ya formada por decenas de historias anteriores. Lo que vemos entre Maverick y Penny son los últimos compases de una relación que ha durado años y que ha sufrido numerosos altibajos. La decisión de no contar esta película como una segunda parte sino como una tercera, pero con la astucia de que el espectador no quede perdido en ningún momento es una de las más acertadas de la película. 


Como lo es todo lo que rodea a la acción, al fin y al cabo el principal reclamo de Top Gun: Maverick. Posiblemente estemos hablando de una de las mejores cintas de acción en todo lo que llevamos de año, y con un tercio final tan redondo que será difícil superar en mucho tiempo. El empeño puesto en el realismo ante la cámara y el duro trabajo realizado por equipo y actores para poner en pantalla las escenas más espectaculares posibles ha sido más que documentado en las últimas semanas. Se percibe un empeño claro en hacer la acción aérea fácilmente entendible por el espectador dede el punto de vista argumental como visual. La misión que preparan a lo largo de la película y que tiene lugar al final de la misma queda perfectamente explicada desde el primer momento gracias a gráficos y repeticiones, y la elección de planos está siempre enfocada a dejar patente dónde se encuentra cada avión y qué está ocurriendo en pantalla. 

Dónde más se parecen ambas películas es en la secuencia de créditos inicial y en las escenas finales de cierre del film. Ambas, postales idílicas e irreales, podrían aparecer en vídeos de reclutamiento de las Fuerzas Armadas, recuperando así el espíritu de la película del 86. Exceptuando estos momentos y los obligados homenajes nostálgicos que aderezan el metraje, Top Gun: Maverick es una película visualmente superior y argumentalmente más compacta que Top Gun (Ídolos del aire). Y una cinta que podría —y debería— marcar el rumbo a seguir por el cine blockbuster en el futuro. Un cine hecho desde la fisicidad y el compromiso con el espectador, y poniendo la tecnología al servicio de la película y no al revés.

lunes, 10 de mayo de 2021

Crítica: Jupiter's Legacy. Temporada 1. Steven S. DeKnight

Si quieres leer la reseña del cómic de Mark Millar y Frank Quitely en que está basada la serie de televisión puedes hacerlo aquí

Cada vez queda más claro que tenemos que sustituir la expresión cine de superhéroes por la de cine con superhéroes. Entender el cine o la televisión protagonizado por personajes con mallas y superpoderes como género cinematográfico supone atribuirle una serie de características argumentales, de tono y de estilo comunes y compartidas por todas las películas adscritas al mismo. Esto puede ser relativamente sencillo cuando hablamos de Los Vengadores, Iron Man o El Hombre de Acero, y digo relativamente, pero sin duda es más complejo si pretendemos meter en el mismo saco a las mencionadas junto a productos como Umbrella Academy o El protegido, que poco tienen que ver. En su medio origignal, el cómic, hace ya años que se asume que los superhéroes no son sino el decorado de la historia que se está contando, y que con un personaje en mallas en la portada se puede contar literalmente cualquier tipo de historia. Esta idea está permeando poco a poco al mundo del cine y la televisión y el siguiente paso ahora es que el público reconozca este hecho. Jupiter’s Legacy es un claro ejemplo de esta idea, pues más que nunca no es una historia de superhéroes, sino una historia con superhéroes. 


Jupiter’s Legacy es la adaptación para Netflix del cómic homónimo de Mark Millar y Frank Quitely. Quien conozca el trabajo de Millar por sus adaptaciones previas al cine —Kick-Ass, Wanted, Kingsman— reconocerá una serie de elementos comunes en su obra: violencia extrema, lenguaje malsonante y una cierta irreverencia gamberra con la que impregna todos sus trabajos, entre otros. Con este curriculum y viendo las fotos promocionales, uno esperaría ver una versión para Netflix de The Boys. Nada más lejos de la realidad. Hay dos elementos de Jupiter’s Legacy, el cómic que no tienen fácil traslación al formato televisivo. El primero la espectacularidad visual. Frank Quitely es uno de los mejores dibujantes de la industria y tiene un estilo muy particular detalladísimo y con una expresividad única. Un estilo imposible de existir fuera de las viñetas. Por otro lado la duración. A pesar de contar con una serie precuela —Jupiter’s Circle, de la que también toma elementos la serie de televisión— la serie original tiene por el momento diez números publicados, aunque se ha anunciado un tercer volumen a publicar este mismo año con doce más. Insuficientes para llevar a cabo una serie de televisión de varias temporadas con interés continuado en el tiempo. Steven S. DeKnight, responsable de trasladar a imagen real el cómic —aunque hacia el final de la producción abandonó el barco por las consabidas diferencias creativas siendo sustituido por Sang Kyu Kim— y consciente de estos dos handicaps decide llevarse la serie a su terreno y expandir aquello que en el cómic se apuntaba pero no llegaba a desarrollarse en profundidad, el drama familiar de los personajes. Pero ¿de qué va Jupiter’s Legacy


La serie está centrada en la comunidad superheroica existente en el mundo, formada por dos únicas generaciones de héroes. La primera, que obtuvo sus poderes tras una larga búsqueda y todo un viaje iniciático en la década de los años 30 y que literalmente inventaron el concepto de superhéroe, estableciendo un Código de actuación y un supergrupo del que todos forman parte. Y la segunda formada por sus descendientes, seres ya nacidos con grandes poderes y la fama de ser hijos de sus padres, que no han voluntariamente la vida heroica, y que hacen uso de sus dones de diferentes formas. Desde quien aspira a convertirse en un icono como lo fuera su padre durante años, hasta quien utiliza la fama para ganar millones rodando anuncios de televisión y gastándose el dinero en fiestas, drogas y alcohol cual estrella del rock desfasada. Con estos mimbres, el cómic de Millar/Quitely tiene un ritmo mucho más ágil, movido siempre por la acción y la espectacularidad, y avanzando de un momento épico al siguiente sin profundizar demasiado en los personajes y sus motivaciones. La serie de Netflix por el contrario tiene un ritmo mucho más pausado, deteniéndose en los personajes y dejando el tema superhéroico como un elemento secundario lo que supone una elección tremendamente acertada. Hablamos de una serie protagonizada por personajes con poderes inimaginables, y por supuesto que hay acción, y cuando llega es de forma espectacular y épica, pero no es el centro de la trama. Lo que de verdad importa en Jupiter’s Legacy es el enfrentamiento ideológico entre las distintas generaciones de superhéroes y cómo eso afecta al entorno familiar y social que comparten y al mundo en el que viven, algo que por otro lado, solo empieza a intuirse hacia el final de la serie, dejando su desarrollo para futuras temporadas. Para hacerse una idea del ritmo que lleva la serie, y aunque la adaptación es libre, la primera temporada equivale aproximadamente a los dos primeros números del cómic. 


La serie cuenta su historia a través de dos líneas temporales paralelas. La primera, en los años 30 cuenta el viaje que hicieron los seis superhéroes originales para obtener sus poderes, una trama de exploración con un sabor muy clásico. La segunda, en el presente, va desvelando poco a poco la trama de fondo de la serie conforme pone el foco en los enfrentamientos existentes dentro de la comunidad superheróica. Ambas líneas son completamente diferentes en tono y estilo y se complementan a la perfección aportando a la producción dos facetas igualmente interesantes. La decisión de utilizar a los mismos actores para ambos momentos temporales da consistencia a la producción aunque es la causa de algunos maquillajes en el momento presente quizás algo pobres. La serie es una adaptación libre del cómic que por momentos parece alejarse del guión de las viñetas para acercarse de nuevo más adelante. De continuar con las mismas líneas generales, las próximas temporadas prometen expandir la trama hasta niveles pocas veces vistos en la televisión con superhéroes. La serie está protagonizada por Josh Duhamel, Ben Daniels, Leslie Bibb, Andrew Horton, Elena Kampouris y Matt Lanter entre otros y los capítulos dirigidos por Charlote BrändStröm, Christopher J. Byrne, Steven S. DeKnight y Marc Jobst y desde el 7 de mayo pueden disfrutarse sus ocho capítulos en Netflix.

lunes, 3 de mayo de 2021

Crítica. Sin remordimientos de Tom Clancy. Stefano Sollima

El hecho de que el nombre del escritor original de la novela en la que se basa la película aparezca en el título de la misma dice muy poco de la fe que tenían los ejecutivos de Paramount —productora original del film que acabó comprando Amazon para incluir en el catálogo de su plataforma— en que la película atrajese al público por sí sola. En el mundo del entretenimiento actual en que si un producto no pertenece a una franquicia, saga o serie queda inmediatamente diez niveles por debajo del radar, dejar claro que una película está incluida en un universo mayor sin duda le da mayor entidad de cara a la taquilla —o a las suscripciones—. Dónde ha quedado el tiempo en que una película podía estrenarse por el mero valor de la producción en sí y no por los títulos asociados a ella. En cualquier caso, en esta ocasión el nombre de Tom Clancy aparece aquí bien grande como parte del título de la cinta con la esperanza de atraer más espectadores lo que, de funcionar, no dejaría de ser irónico dado que encontrar hoy día novelas publicadas y disponibles de Clancy es casi un trabajo de arqueología. Sería interesante averiguar cuántas de las personas que vean la película atraídas por el nombre del escritor conocen realmente su trabajo, pero esto es también un debate para otro día. 

Volviendo al tema que nos ocupa, Sin remordimientos (Without Remorse, 2021, Stefano Sollima) no es sino la enésima adaptación de una novela de Clancy al cine. Las adaptaciones de novelas anteriores han sufrido diversos grados de éxito, pero siempre han estado presentes en la cartelera a lo largo de los años. Desde 1990 hasta la actualidad son cinco las películas protagonizadas por Jack Ryan que se han estrenado, interpretado este por cuatro actores diferentes, Alec Baldwin, Harrison Ford, Ben Affleck y Chris Pine, cinco si contamos a John Krasinski, actual rostro de Ryan en la serie emitida por Amazon Prime. Sin embargo, a pesar del número de intentos y de los grandes nombres asociados a ellos, el personaje de Jack Ryan nunca ha alcanzado la fama que sí disfrutan otros agentes como James Bond o Ethan Hunt. Quizá esa haya sido la razón de trasladar en esta ocasión el protagonismo a un personaje que en las anteriores iteraciones no había pasado de secundario, John Clark, lo que permite por otro lado, al pasar de un analista de la CIA como era Ryan a un agente de campo como es Clark, virar la franquicia un poco más hacia la acción. 


Independientemente de lo que esta película signifique para el universo fílmico de Tom Clancy, desnudándola de todo esto que en el fondo no deja de ser accesorio, lo que Sin remordimientos acaba siendo es un thriller de acción y espionaje más que solvente. No obstante el responsable de traspasar al guión la novela original en una adaptación más que libre de la misma ha sido Taylor Sheridan, uno de los guionistas más interesantes del panorama actual. El guión no alcanza el nivel de otros libretos suyos más personales como el de Comanchería (Hell or high water, 2016, David Mackenzie), Sicario (Id, 2015, Denis Villeneuve) o Sicario: el día del soldado (Sicario: Day of the soldado, 2018, Sollima) y esto posiblemente tenga mucho que ver con las restricciones con las que se haya encontrado al abordar un producto de franquicia como este. Pero pese a esto, y al evidente giro hacia la acción que se pretende imprimir a la saga, Sheridan logra construir con muy pocos elementos una trama política, ya vista eso sí, pero que aporta un cierto peso a la película ofreciendo al espectador algo más que escenas de acción bien rodadas. Sheridan y Sollima, de nuevo juntos, logran un buen equilibrio entre una acción de cuidada coreografía y una trama de traiciones y conspiraciones políticas que apuntala las escenas de acción sobre una base sólida. No resulta un éxito rotundo en ninguna de sus dos facetas, ni en la categoría de película de venganza donde otras como la saga John Wick o Venganza le quedan muy lejos ni en la de thriller de acción político donde las mencionadas Sicario son claramente superiores, pero en ese terreno medio tan disputado en los últimos años por las plataformas de streaming queda entre las primeras posiciones. 


Gran parte del éxito se debe también a Michael B. Jordan, encargado de interpretar al agente protagonista y que lleva camino de convertirse en uno de los actores de acción más solventes de su generación. Es más que capaz de llevar a cabo las abundantes escenas de acción y también de sostener con dignidad la parte dramática del film haciendo que escenas de una sencillez pasmosa por lo obvio de las mismas —no hablemos de la mujer de Clark y de su función en la trama— no desentonen dentro de la película y acaben encajando en el metraje sin complicaciones. No hay duda de que la película tiene la intención de iniciar una nueva etapa dentro de la larga franquicia de películas de Tom Clancy —ojo, escena postcreditos— y habrá que dar tiempo para descubrir si es capaz de levantar un proyecto semejante, pero por el momento el camino está iniciado, y viendo que la serie de televisión de Jack Ryan tiene ya una tercera temporada confirmada parece que el interés existe en el público.


Sin remordimientos de Tom Clancy puede verse desde el 30 de abril en Amazon Prime Video.

jueves, 15 de abril de 2021

Crítica. 'Sound of Metal'. Darius Marder

Sound of Metal (Id, 2019, Darius Marder) es la historia de un baterista de heavy metal que tiene que aprender a vivir e interactuar de nuevo con el mundo tras perder repentinamente la audición. Toda la cinta es el proceso por el que Ruben tendrá que enfrentarse de nuevo al mundo desde un prisma nuevo y sobre todo tendrá que aprender a vivir consigo mismo de una forma diferente. Un camino hacia la aceptación personal

Un papel como este necesita a un actor con una sensibilidad única y en especial estado de gracia. Riz Ahmed (Ruben) a quien conocimos en la piel del piloto de Rogue One: Una historia de Star Wars (Rogue One, 2016, Gareth Edwards), el villano de Venom (Id, 2018, Ruben Fleischer) o el agente enemigo de Jason Bourne (Id, 2016, Paul Grenngrass) es la persona encargada de dar vida a Ruben. La propia sordera del personaje obliga al actor a desarrollar una actuación con un importante componente expresivo. Ahmed logra el equilibrio perfecto entre la ira del un músico exdrogadicto que está perdiendo el principal atributo para seguir realizando su trabajo y la expresiva gestualidad que poco a poco va adquiriendo como miembro de la comunidad sorda. Lejos de la sobreactuación en la que podría haber caído, Ahmed construye un personaje que pasa por todos los niveles del rango comunicativo. Con la contención necesaria para transmitir las emociones, en los momentos en que está solo, con un minimalismo expresivo que contrasta temática y físicamente con las grandes explosiones gestuales que tienen lugar cuando se encuentra en compañía de otros sordos. 


La otra gran pata que sostiene esta película es el apartado sonoro. Nicolas Becker, diseñador de sonido de la película, venía de trabajar con directores tremendamente personales en películas donde el tratamiento del sonido tenía una importancia capital como La llegada (Arrival, 2016, Denis Villeneuve) o Gravity (Id, 2013, Alfonso Cuarón). Alejandose de su trabajo en aquellas, en Sound of Metal construye todo un paisaje sonoro basado en el silencio y en diferentes capas de ausencia de sonido, que se adapta a la perfección a las diferentes fases por las que pasa el protagonista. No se trata únicamente del uso del silencio absoluto —aunque también lo hay en escenas concretas— sino de todo un juego minucioso a lo largo del espectro sonoro construyendo distintos niveles de ausencia de sonido que transmiten al espectador con exactitud lo que Ruben está oyendo. Hay momentos en los que la audición del protagonista está alrededor de un 15% o 20%. La plasmación técnica de esto no consiste únicamente en bajar el volumen sino en encontrar una distorsión de la audición adecuada que acentúa los sonidos graves y que más que bajar el volumen, lo “aleja” del espectador hasta que el sonido se siente más que se escucha. Otros momentos Ruben oye a través de aparatos electrónicos como auriculares o audífonos El sonido en cada caso es siempre diferente, lejos de ser un juego de volumen, Becker modula el sonido ampliándolo, distorsionando, mezclándolo con el ruido hasta formar sensaciones diferentes y únicas en cada caso. Y hay también momentos emotivos en los que el sonido adquiere un componente visual fundamental y juntos, sonido e imagen, dan forma a las risas de los niños sordos o el aplauso de sus compañeros sordos. El sonido del silencio. 


Estos dos aspectos por sí solos, la interpretación de Riz Ahmed y la dirección sonora de Sound of Metal se bastan por si solos para elevar esta cinta que por lo demás no deja de seguir el patrón de tantas otras producciones dramáticas de Hollywood. Reduciéndola a su esqueleto más básico, el relato de alguien que sufre una tragedia y encuentra a otra persona/grupo que le ayuda a aceptarse de nuevo, es algo visto cientos de veces. Especialmente inexplicable es el hecho de que el guión desaproveche la elección profesional de su protagonista. El hecho de que Ruben sea un músico que está perdiendo audición podría haber aportado toda una capa adicional al drama de la película pero sin embargo no tiene una importancia real más allá de dos escenas concretas. Resulta curiosa la calificación de esta película como indie, cuando en el fondo es un drama hollywoodiense de manual. Esto sirve de reflejo perfecto del estado de una industria cargada de blockbusters y películas de franquicia que solo se acuerda de películas de producción más modesta en la temporada de premios. Ahora estas películas que antes podían realizarse bajo el amparo de Hollywood tienen que financiarse con el dinero de las plataformas de streaming —Sound of Metal llegó directamente a Amazon Prime Video, una pena por lo magníficamente que hubiera aprovechado la sonoridad de una sala de cine— y luego ser aprovechadas por la maquinaria de Hollywood en su beneficio. 

En cualquier caso, Marder, apoyado en sus dos escuderos, es capaz de vestir un guión que no pasa de ser correcto y convertirlo en un notable drama sobre la superación y la aceptación de uno mismo consiguiendo convertir la película a toda una experiencia sensorial.

lunes, 12 de abril de 2021

Reel One anuncia un nuevo sello para películas de serie B en Blu-ray


La editora y distribuidora de cine en formato doméstico Reel One ha anunciado hoy el lanzamiento de un nuevo sello demonizado Midnight Sessions, destinado a dar cabida a películas de marcada serie B que reinaron en los cines en las décadas de los años 70 y 80, para disfrutar de sesiones de medianoche o en programas dobles. 

La película responsable de inaugurar este sello será Inseminoid, dirigida por Norman J Warren y protagonizada por Robin Clarke, Jennifer Ashley, Stephanie Beacham, Victoria Tennant y Judy Geeson. 


La película, que será editada en Bluray por primera vez en nuestro país cuenta como una expedición de científicos y arqueólogos destinados en un remoto planeta es atacada por una fuerza desconocida cuando un monstruo alienígena insemina a una de sus integrantes, dando a luz a criaturas sedientas de sangre. Una película ideal para organizar una sesión doble fantástica. Habrá que esperar a futuros anuncios del Reel One para saber con qué acompañarla.

A continuación tenéis el trailer en inglés de Inseminoid para ir abriendo el apetito.


jueves, 8 de abril de 2021

Crítica. 'Nomadland'. Cloé Zhao

El primer plano de Nomadland (Id, 2020, Cloe Zhao) muestra a Fern (Frances McDormand) en un trastero de alquiler de su desaparecido pueblo, recogiendo las posesiones de su marido fallecido. Fern se aferra a una prenda suya pero es incapaz de llorar. Esas lágrimas, incapaces de salir de sus ojos, caen en cambio en forma de gotas de agua desde el tejado del trastero. El plano, bellamente compuesto muestra a Fern aferrada a la prenda, mientras en primer plano caen estas lágrimas de deshielo. Uno de los últimos planos de la película muestra a la protagonista después de un año de recorrido físico y vital a lo largo y ancho de los Estados Unidos en el mismo lugar y esta vez sí, llorando. Esos dos momentos sintetizan a la perfección Nomadland. No se trata de llegar a ningún sitio, sino de hacer todo un viaje emocional que, cientos de kilómetros después, deja a Fern de nuevo en el mismo sitio pero completamente cambiada por dentro

Igual que su anterior película, la maravillosa The Rider (Id, 2017, Zhao), Nomadland es una historia sobre alguien que tiene que hacer lo que tiene que hacer, no porque esté obligado a ello sino por una suerte de determinismo vital. Hay ciertas personas que han nacido para estar en un sitio concreto, para dedicarse a una tarea determinada, y Fern en Nomadland, igual que Brady (Brady Jandreau) en The Rider son estas personas. Ambos mantienen una lucha constante entre salir de la vida a la que se han visto abocados o abrazarla por completo. Y solo mediante esta última opción logran alcanzar la catarsis definitiva que buscaban sin saberlo


Zhao sigue a Fern mientras esta deambula por los parajes desiertos de los Estados Unidos con una perspectiva objetiva, casi documental —no por nada la gran mayoría de los personajes de la película están interpretados por personas reales que aparecen en la película tal y como son, algunos de los nómadas reales que Zhao encontró en el camino, algo que también ocurría en The Rider—. Pese a la enorme emotividad de la película, no hay nada de subjetividad en su realización. No hay ni un solo sentimiento provocado. Mediante planos siempre objetivos, la directora se limita a seguir a los personajes y son ellos quienes transmiten, a través de sus acciones y diálogos, sin intromisión de la cámara en las emociones del espectador. Zhao se limita a mostrar una realidad sin inmiscuirse en ella. 


Y la realidad que enfoca Nomadland es un área de la población norteamericana, y por extensión en cierto modo occidental, que no suele ser mostrada por la ficción: los desposeídos, los abandonados, la puerta trasera de la sociedad. Personas en su mayoría de elevada edad —pero no únicamente— que han sido despedidas, desahuciadas, que han sufrido tragedias o enfermedades y viven ahora al margen de la sociedad. Pero Zhao no hace de la crítica al sistema capitalista el centro de su película. Si bien está presente de forma tangencial a lo largo de todo el metraje, lo que realmente muestra es un grupo de personas alejadas de la sociedad, no necesariamente —o exclusivamente— por culpa del sistema económico. Fern fue despedida del trabajo, e incluso el pueblo industrial en el que vivía desapareció literalmente del mapa; pero siguen existiendo para ella oportunidades de reinsertarse en la comunidad que desde un lugar entre lo consciente y lo inconsciente ella misma rechaza. Donde ha fallado la sociedad no es tanto en dar trabajo o cobijo a estos nómadas sino en darles apoyo cuando lo han necesitado, crear un espacio y un sistema que pueda ayudarles a salir adelante desde un punto de vista emocional. Los nómadas con los que Fern se cruza en su periplo han perdido a familiares, han sido diagnosticados con enfermedades terminales o sencillamente no son capaces de encontrar un lugar adecuado para ellos en la sociedad. Como le ocurre a la propia Fern, el sistema les ha empujado a vivir una vida nómada que en muchos casos ya estaba dentro de ellos. Se trata de personas en busca de algo, pero ese algo no está al final de ningún camino marcado, sino en cada kilómetro de la carretera, en cada piedra del desierto. Una de ellas, Swankie, rememora los parajes que ha visto en sus viajes y las maravillas naturales que ha contemplado, “si hubiera muerto en aquel momento, hubiera muerto feliz. No me quedaba nada más por hacer”. Las personas que habitan Nomadland no tienen que hacer las paces con nadie más que consigo mismos. Encontrar dentro de sí el equilibrio necesario para seguir adelante.

miércoles, 7 de abril de 2021

Nace Arvi Licensing que distribuirá en formato físico las películas de Sony y Universal


Arvi Licensing
es el nombre de la nueva empresa española que trae a los amantes del cine en casa los mejores títulos en DVD, Blu-ray y 4K UHD. La recién creada compañía ha adquirido las licencias para distribuir en España y Andorra, en exclusiva, los títulos en formato físico de Sony Pictures Entertainment, Universal Pictures, Entertainment One (eOne), Vértigo Films y F&P Media

Este acuerdo de licencias entró en vigor el 1 de abril, y los primeros lanzamientos de Arvi tendrán lugar el próximo 21 de abril. Los títulos lanzados por Arvi podrán encontrarse en las tiendas habituales con secciones de cine en casa, tanto físicas como online. 

De capital 100% español y con sede en Madrid, Arvi ofrecerá entretenimiento en casa con los más altos estándares de calidad, ocupándose de la gestión, producción, distribución y comercialización de los títulos en formato físico de Sony Pictures Entertainment, Universal Pictures, eOne, Vértigo Films y F&P Media. El objetivo de Arvi es ofrecer ediciones excelentes para todos los tipos de público: amantes de los grandes éxitos comerciales, cine familiar y animación, series de prestigio, cine de autor, documentales y clásicos. La empresa ha contado con el importante apoyo de Avalmadrid. 

Arvi cubrirá con sus lanzamientos todo el espectro de formatos físicos: DVD, Blu-ray y 4K UHD, con una clara apuesta por la ultra alta definición, editando novedades cinematográficas y títulos destacados de catálogo que se verán mejor que nunca en UHD

Otro de los pilares de Arvi será la reivindicación de los clásicos, con reediciones remasterizadas de títulos inolvidables, packs especiales para cinéfilos y editando por primera vez en Blu-ray clásicos que nunca habían estado disponibles en alta definición. En los próximos meses, películas memorables de directores como Billy Wilder, Douglas Sirk, Frank Capra, Ernst Lubitsch o Fritz Lang tendrán una nueva vida con ediciones por primera vez en Blu-ray. 

El equipo tras Arvi 

Los fundadores de Arvi son Sergio Arranz y Juan Manuel Villalba, profesionales con más de dos décadas de experiencia en la industria audiovisual, especializados en el ámbito del cineen casa en formato físico. Arranz y Villalba se acompañan de un equipo altamente cualificado que cubrirá todas las áreas de la comercialización y distribución de entretenimiento en formato físico: producción, logística, ventas, finanzas, marketing... 

En palabras de Arranz y Villalba, socios directores de Arvi, “los creadores de Arvi hemos desempeñado puestos directivos en estudios de Hollywood, por lo que la nueva empresa está avalada por nuestros excelentes resultados gestionando los portfolios de estos estudios a lo largo de los últimos 20 años, así como por la relación de confianza con los estudios construida durante décadas”. Según los directivos, este acuerdo de licencia en exclusiva “da comienzo a una nueva colaboración muy beneficiosa para ambas partes, con la seguridad de que el portfolio de los estudios queda en las mejores manos durante los próximos años”. 



Los títulos más esperados 


Gracias a este acuerdo de licencias, Arvi lanzará después de su estreno en cines las ediciones en DVD, Blu-ray y 4K UHD de los grandes blockbusters más esperados, tales como la nueva entrega de la franquicia Bond, Sin tiempo para morir, Fast & Furious 9, Cazafantasmas: Más allá o la última encarnación del terrorífico Mike Myers en Halloween Kills. En el universo de Spider-Man, Arvi traerá en formato físico la tercera película con Tom Holland como el trepamuros, Spider-Man: Sin camino a casa, así como dos títulos donde dos némesis del superhéroe toman el protagonismo: Venom: Habrá matanza y Morbius

También habrá tardes de sofá y palomitas en familia gracias a Arvi: la empresa será la responsable de editar en formato físico los títulos más deseados por los más pequeños, como las deliciosas creaciones de Illumination, ‘Minions: El origen de Gru’ y las secuelas de ‘¡Canta!’ y ‘La familia Addams’; la animación con el sello Dreamworks con ‘Bebé jefazo 2’ y ‘Spirit Untamed’ ; la descacharrante cuarta entrega de ‘Hotel Transilvania’ o el regreso del conejo más encantador y gamberro con ‘Peter Rabbit 2: A la fuga’. 

Precisamente, uno de los primeros grandes lanzamientos de Arvi es un título familiar de Universal Pictures, Los Croods: Una nueva era. El último éxito de Dreamworks llegará en DVD y Blu-ray el próximo 21 de abril.